top of page

¡¡¡Hakuna Matata!!!








África no es un continente para impacientes. Aquí todo tiene su ritmo y especialmente en Tanzania, oirás mil veces al día Hakuna Matata o Pole Pole, o lo que es lo mismo, ¡tranquilo que todo lleva su tiempo!


Dejamos atrás lo verde y frondoso de Uganda y Ruanda para irnos adentrando en la sabana y en esas rojizas extensiones de caminos y cielos imposibles que tan buenos recuerdos me traen.


Todavía con la historia reciente de Ruanda en la cabeza, salimos de Kigali hacia Tanzania. Para ello, tomamos un matatu que nos deja a unos kilómetros del puesto fronterizo de Rusumo, con lo que tenemos que montarnos en dos motos con las mochilas a la espalda, para acercarnos hasta la oficina. Una vez pasado el trámite, estamos en Tanzania. Ahora solo falta encontrar algún lugar donde dormir…


El pueblo más cercano es Benako. Volvemos a ver esa luz. Se trata de un lugar de paso entre los dos países, plagado de camiones aparcados a ambos lados de la carretera. Hay también muchos puestecillos de madera donde comprar plátanos y tomates. La gente nos saluda efusivamente, y nos hablan aunque les digamos que no entendemos el swahili. Aquí solo dormiremos en un hotel de carretera para, al día siguiente, cruzar la carretera hasta la estación de autobuses a las 5:30 h de la mañana.




Cuando nos levantamos aún es de noche y hace fresco. Un chico hace tiempo en una caseta que hay como estación, encendiendo un fuego dentro de una lata. Como es costumbre, ¡¡dan las 6 y allí no hay autobús que valga!! En su lugar, nos meten en un coche a seis y tras arreglar un pinchazo por el camino, nos llevan a un cruce en medio de la carretera donde esperan otros tantos pasajeros.


Ya está amaneciendo cuando un gigantesco y altísimo autobús aparece a lo lejos. Tiene unas ruedas enormes y parece que lo hayan blindado, por el grosor de la carrocería que lo cubre. La decoración exterior merece una mención especial. Unas letras de colores azules hacen un extraño contraste con el naranja y amarillo del fondo. Cuando entramos, está abarrotado pero conseguimos sentarnos en dos asientos libres al fondo. Conforme pasan los lentos kilómetros irá entrando más gente que se queda de pie en los pasillos tratando de mantener el equilibrio y no caer al suelo en algún vaivén.


Tardaremos 8 horas entre saltos, paradas y un ferry en llegar a Mwanza. Vamos charlando todo el camino con Amable, un ruandés que habla algo de español, y que entre otras cosas nos contará su terrible historia. Mwanza es una ciudad vistosa , rodeada de enormes piedras gastadas por la erosión de los años, y que está a la orilla del lago Victoria, al que volvemos después de unas cuantas semanas, esta vez desde el lado tanzano.




Establecemos nuestra base en Arusha, a 14 horas en autobús de Mwanza y desde allí emprenderemos nuestra ruta hacia la vida salvaje en estado puro.


La primera inmersión la haremos en el Parque Nacional de Tarangire, al sureste del Lago Manyara y que debe su nombre al río que lo atraviesa. Es un paraje montañoso caracterizado por la presencia de enormes baobabs, cuyas ramas adquieren caprichosas formas que dan al parque un aspecto tétrico propio del mismísimo Tim Burton. Enseguida vemos diferentes tipos de gacelas, cebras, jirafas, elefantes y un montón más de animales. Y ya al atardecer, dos leonas se cruzan en nuestro camino pasando a unos pocos metros del coche mirándonos con parsimonia.


La noche la pasaremos en una tienda de campaña en lo alto del parque con unas vistas increíbles del lago.


Llega el plato fuerte, la entrada a El Parque por excelencia. El Serengeti. Estamos impacientes por comprobar con nuestros propios ojos lo que durante tantos años nos sirvió para dormir la siesta. Para ello, cruzamos el Ngorongoro. Es tierra de Masais, cuyas vistosas indumentarias nos recuerdan a los Karamajones que descubrimos con asombro hace unas pocas semanas ya en el norte de Uganda. Tienen dilataciones en las orejas y unas características cicatrices en los pómulos como signo de distinción de la tribu. También ellos, empiezan desde pequeños a formarse como guerreros. Es fácil ver a niños al cuidado del ganado.



Nos llama la atención la presencia de niños vestidos con túnicas negras y la cara pintada de blanco. Nos comenta el conductor que adquieren esta apariencia tras la circuncisión pasando a ser guerreros menores. Según la cultura masai, desde este momento comenzarán a formarse como guerreros adquiriendo la valentía y destreza propias, que culminaba con la caza de un león con su propia lanza. Esto último ya no está permitido y lo han sustituido por el sacrificio de un buey.



Vemos dos chitaas (guepardos) rondando a un grupillo de gacelas Thomson (se ven tan tiernas que apetece comérselas). Esperamos unos minutos hasta que uno de ellos se lanza con velocidad hacia el grupo pero no logra cazarlas. Nos dice nuestro guía Ziki que es que no tiene hambre y que solo está jugando con ellas porque de lo contrario sería imposible salir escapar.


Un poco más adelante un leopardo se escabulle entre el follaje. Es un animal precioso y elegante que no nos deja contemplarlo todo lo que quisiéramos.


Durante la noche, oiremos el ruido de animales rondando y es que estamos en medio del parque sin más protección que la tienda. Están justo en la puerta olisqueando algo que comer…La risa de las hienas se entremezclan con el bramido de búfalos y el lejano rugido de algún león. A esas horas de la noche asusta a cualquiera.


Amanece muy temprano y cuando no llevamos aún media hora en el coche, vemos cómo un grupo de 10 o 15 enormes hienas devoran un búfalo todavía humeante, peleándose unas con otras emitiendo gritos que ponen los pelos de punta. El olor mejor no lo describo.


A unos kilómetros de distancia, una familia de 4 o 5 leonas contempla cómo sus 8 cachorros aprenden a comer de otro pobre búfalo, mientras su padre, el rey de la selva reposa el desayuno bajo un arbusto unos metros más allá.


El Serengeti nos regala también la visión de cientos de cebras, gacelas, ñus, imponentes elefantes y diferentes tipos de pájaros. Es muy emocionante ser espectador de un documental vivido en directo.



Por último, en nuestro camino de vuelta hacia Arusha, haremos noche en la cima del Ngorongoro. Es el cráter de un volcán con millones de años y 19 kilómetros de diámetro que dejó la lava volcánica para ser ocupado por miles de animales. Las vistas desde arriba son un regalo para la vista y la memoria. Espero no olvidarlas nunca.





Por la mañana temprano bajaremos al cráter. Aunque no hay tantos animales como en el Serengeti disfrutamos de un paisaje muy distinto a los anteriores. Rodeados de las paredes del volcán veremos hipopótamos y un rinoceronte negro, completando así los Cinco Grandes.






Tras 4 emocionantes días, dejamos atrás la vida salvaje para buscar a otro grande, esta vez no de carne y hueso, sino de piedra…

bottom of page